Comentario
El Cristianismo penetró en Nubia en el siglo V procedente de Egipto, produciéndose una lenta y gradual conversión de los habitantes de la zona, retardada en parte por las disputas y rivalidades internas de la Iglesia oriental, ya que el clero ortodoxo de Bizancio era mayoritariamente melquita, mientras que el ortodoxo de Egipto o copto siguió el monofisismo. Estas diferencias se hicieron patentes en los distintos reinos nubios, ya que mientras el de Nobatia, situado al Norte, con capital en Faras, fue convertido por el misionero monofisita Julián, y algo parecido sucedió con el de Alodia, situado al Sur; en medio de ambos, el Reino de Makuria, con capital en Dongola, abrazó el credo ortodoxo bizantino.
A partir de la conquista árabe de Egipto, los tres reinos nubios quedaron aisladas del resto del mundo cristiano, pasando al monofisismo y convirtiéndose en una extensión de la cultura copta. Los reinos cristianos nubios pudieron resistir el empuje del poder islámico de Egipto, entre otras cosas por su posición alejada de las centros de decisión de las diferentes dinastías que dominaron Egipto, y también al mantenimiento de las relaciones comerciales (Nubia poseía una próspera agricultura de regadío, ganadería y una cierta producción minera), pero sobre todo a la tolerancia inicial del Islam. Las siglos mas florecientes de esta cultura cristiana fueron del VII al XI, como lo demuestran las grandes iglesias y los frescos encontrados en Faras, capital del Reino de Nobatia, que actualmente pueden admirarse en el Museo Nacional de Varsovia.
En Abisinia, el Reino de Aksum desarrolló de las civilizaciones más prestigiosas del Africa nororiental, que después fue continuada por la de Etiopía. Los orígenes de ambas hay que buscarlos hacia el 400 a. de J.C., cuando la llegada de colonos procedentes del sudoeste de Arabia, mezclados con los habitantes agricultores y ganaderos de la zona, desarrolló una cultura urbana que conoció la escritura, y de la que se formó en el siglo I de nuestra era el Reino de Aksum, nombre que proviene de su capital, situada en el actual territorio etíope. Con un importante puerto comercial en Adulis, al sur de la actual Masaua, el Reino de Aksum se convirtió en la potencia dominante de la región, gracias a sus fuertes vínculos con Arabia y con sus vecinos africanos, lo que le permitió desarrollar un importante comercio con el noroeste de la India. Aksum monopolizó en cierta manera el comercio del marfil del valle del Alto Nilo. Entre los siglos III y VIII los reyes aksumitas acuñaron monedas de oro y bronce, gracias a las cuales conocemos 23 de ellos. Según la tradición el Cristianismo fue aceptado por el rey Ezana (320-350), que según parece se convirtió en el 340, aunque hoy en día se cree que la citada conversión no tuvo lugar hasta casi un siglo más tarde, en 425.
El rey Ezana nacionalizó la cultura de su Estado en beneficio de la herencia etíope, divulgando la escritura gheez, basada en la de los sabeos.
El Reino cristiano de Aksum jugo un papel muy importante como aliado de Bizancio, que le empujó a conquistar el Yemen y a amenazar La Meca, justo en el preciso momento en que los árabes ponían por vez primera sitio a Constantinopla. Pero el empuje islámico fue reduciendo a partir del siglo VIII su hegemonía comercial en el mar Rojo, obligando a los aksumitas a extenderse hacia el Sur por territorio etíope, y a ir consumiéndose lentamente a lo largo de casi tres siglos.
Finalizado el reino cristiano de Aksum, hacia 1100, aproximadamente, surgió un nuevo reino, más al Sur, en la zona montañosa conocida con el nombre de Lasta, al este del lago Tana, en el mismo origen del Nilo Azul. Este nuevo reino gobernado por una dinastía conocida como Zagüé, conservó características propias de la civilización aksumita, como las grandes construcciones en piedra, una escritura derivada del antiguo alfabeto sabeo, y una serie de iglesias labradas en la roca viva conservadas en su capital, Lalibela. Es sin duda el precedente más inmediato de la actual civilización etíope que se debió iniciar hacia 1250, cuando los amharas de Shora arrebataron el poder a la realeza zagüé y crearon un nuevo reino en las llanuras que se extienden al sur del curso superior del Nilo Azul. Este nuevo reino amhara tuvo que superar duras pruebas para sobrevivir rodeado enemigos, ya fuesen musulmanes en el Norte y en el Este, o de pueblos animistas en el Sur y el Sudoeste. A mediados del siglo XIII con la subida al trono de Yekumo Amlak, la dinastía se atribuyó la condición de descender de Salomón y la reina de Saba, renovando los vínculos con el patriarca de Alejandría, reconocido como cabeza del clero etíope, en medio de una poderosa estructura teocrática afianzada la erudición eclesiástica, todo ello a la vez que aparecía una especie posterior de feudalismo. El Negus, o emperador de Abisinia, al ser cristiano y controlar un reino lejano y situado tras el mundo islámico será identificado por muchos autores occidentales del siglo XIV como el legendario Preste Juan de las Indias. La llegada de los portugueses en 1541 a este reino ayudó a salvarlo del cada día más estrecho cerco musulmán, justo en el momento en que se había creado la leyenda de que Menelik, el hijo de Salomón y la reina de Saba, había sido el primer monarca etíope, realidad que queda muy limitada en todas las fuentes anteriores al 1500.